lunes, marzo 13, 2006

La historia de José Antonio (un apunte)

José Antonio tiene 22 años, estudia preimpresión en artes gráficas en el instituto de secundaria de El Tablero, es voluntario de Cruz Roja Juventud, práctica la natación, "aunque ahora la tengo un poco dejada por los estudios", le gusta ir al cine y usa internet para buscar información y para hablar con los amigos con el messenger.
José Antonio Mascuñano, ese es su apellido, es un chaval normal. Dice que un poco tímido pero hemos estado charlando un buen rato y me ha parecido un joven locuaz, simpático y, en definitiva, muy asequible y extrovertido. Sobre todo teniendo en cuenta que yo para él era un periodista, mucho mayor, y que quería entrevistarlo para contar su historia en el periódico. Hay mucha gente a la que le intimida hablar con un periodista.
¿Qué por qué me interesa la historia de José Antonio? Sí, he dicho que es un chaval normal, y lo es, pero con una minusvalía. José Antonio tiene espina bífida --más tarde pondré un enlace a alguna página especializada en el tema para saber más sobre esta enfermedad--.
El caso es que José Antonio está obligado a ir en silla de ruedas, "aunque puedo levantarme y moverme con bastones, lo hago con dificultad", me explica.
Nació con la enfermedad pero no fue hasta 1994, en que tuvo que someterse a una operación porque se le había desviado la cadera, cuando la silla de ruedas fue imprescindible. Primero utilizó una silla normal, de las que hay que mover con los brazos. Ahora, José Antonio va en una moderna silla con motor --creo que eléctrico, se lo tengo que preguntar-- .
Durante años una de las luchas de su familia y de él mismo ha sido conseguir el máximo de autonomía que le permitiese su discapacidad. Y si por él fuese no habría problema, pero las barreras arquitéctonicas que hay desde su casa, en Ciudad Jardín, hasta su instituto, obligan a su madre a llevarlo a clase cada día en coche.
¿Te imaginas? Ponte en su lugar. Veintidós años y que sea tu madre la que te lleve al instituto.
Bueno, José Antonio no tiene ningún complejo, vaya por delante, pero le fastidia no poder ir solo, como muchas otras cosas que no hace por cuestiones, digamos que ajenas a su discapacidad. "Yo sé que no puedo jugar al fútbol, y no me voy a quejar por eso, pero podría venir solo al instituto y tiene que venir mi madre".
Tanto su madre como su padre trabajan --quiero hablar con ellos para conocer la historia desde su punto de vista--, "y muchas veces se ven obligados a pedir días por mi", lamenta José Antonio.
He charlado con él en la cafetería del instituto, nos hemos tomado un batido de chocolate y hemos quedado para otro día.
De su caso me habló Carmen Almagro, la presidenta de la asociación de enfermos de espina bífida en Córdoba. "Si quieres hablar de nosotros habla de casos concretos", y me contó lo de José Antonio.

Por cierto, un placer volver al instituto, y una muy grata impresión al entrar en un edificio limpio, espacioso y que está perfectamente adaptado a minusválidos.
¡Ah! Y por cada batido nos han cobrado 55 céntimos, así que no me ha estrañado que a la hora del recreo la cafetería se haya puesto de bote en bote.

Son las 12.30 y escribo desde un local de la calle Claudio Marcelo donde tienen internet. Cuando regresaba de hablar de José Antonio no podía parar de pensar en él y en como abordaría el tema, así que antes de llegar al Ayuntamiento --tengo que seguir trabajando-- me he parado y esto es lo que hay, el resto lo contaré en el periódico.

Estadisticas web